Alpha duerme en su habitación. Su madre entra. Le hace un pequeño corte en el dedo y ella se hace uno también. Luego junta los dedos sangrantes, dispuesta a contraer el virus que su hija probablemente tenga. Una imagen grotesca, pero que a través de la mirada de la directora, Julia Ducournau, se traduce como una representación muy sensible de los extremos del amor.
Para esta representación, Ducournau elabora una alegoría a la pandemia del VIH, donde Alpha, una niña de 13 años, debe lidiar con el pánico y el aislamiento social tras llegar un día a su casa con un tatuaje en el brazo que se hizo con una aguja usada. Ducournau reafirma su interés por hablar de temas como las relaciones familiares, el trauma generacional y la alienación, que ya se veían en sus películas anteriores: Raw (2016) y Titane (2021). En esta ocasión vuelve al tema con el personaje de Alpha, su tío Amin y su Madre, donde dos ellos se encuentran infectados con VIH.
Alpha, al estar en constantes revisiones médicas, se vuelve una amenaza y un cuerpo peligroso para lxs niñxs del colegio. Este microcosmos que es la institución permite deducir cómo es el trato que se le da a las personas que padecen este virus en la sociedad: una alienación que nace desde el temor a lo diferente y a lo que no se entiende, pero que en el caso de lxs compañerxs de Alpha se tornó peligroso, transformándose odio, fobia y exclusión. Este rechazo social hace que tenga que refugiarse en su casa con su madre, quien con mucho miedo pero más que nada amor, trata de afrontar la situación de la enfermedad, una experiencia que ya vivió años antes cuando enfermó su hermano, Amin. De esta manera, Alpha pone en escena un drama familiar, uno en el que las heridas pasadas aún no sanan y que reviven cuando existe la posibilidad de que Alpha esté enferma.

El personaje de la Madre es un personaje sin nombre, quizá porque está atascada en su rol de cuidadora, pero también atascada en una profunda herida. Ella es médica y ha dedicado los últimos años de su vida a tratar a pacientes con el virus. Uno de ellos fue su hermano Amin, quien tenía una fuerte adicción a la heroína y contrajo el virus con una aguja infectada. Por años se dedicó a su cuidado y a intentar mantenerlo con vida, rehusandose a dejarlo ir aunque Amin lo pida. No solo por su pulsión médica de salvar vidas, sino por el profundo amor que siente por él. La Madre vive en un duelo, que perfectamente podría ser un duelo colectivo, recordando todas las pérdidas a causa del VIH, muchas de ellas también causadas por la indiferencia y la ineficiencia por encontrar soluciones.
Y es que Alpha, sobre todas las cosas, es una película sobre el duelo, o más bien, sobre rechazarlo. Aunque la Madre no le ha hablado a Alpha sobre su tío, y actúa como si nada hubiera pasado, la verdad es que sigue aferrada a él, a sus miedos y a sus heridas no resueltas. Todo esto lo proyecta también con Alpha, haciéndole constantes exámenes por temor a que esté enferma. Es por eso que en este momento tan crucial, Amin vuelve como una aparición, convirtiéndose en un guía dispuesto a enseñarle a Alpha a ser más libre y a su hermana a dejar ir.

A través de su narrativa paralela y fragmentada que alterna entre el presente y recuerdos del pasado, Alpha se convierte en una película sensorial, que confunde al espectador, lo sumerge en recuerdos y lo hace entender el duelo profundo.
Aunque el elemento del body horror que caracteriza la filmografía de Julia Ducournau parezca contenido en esta cinta o quizá menos shockeante y violento, realmente es el nivel justo de horror corporal que la cinta necesita. No solo porque se narra desde el punto de vista de una niña sino porque el miedo que se pone en pantalla es uno de la vida real y con el que la sociedad convive, a diferencia de la representación monstruosa de Raw o Titane.
Aquí el tema corporal aparece no solo con las imágenes de agujas o heridas si no por la forma en cómo se manifiesta el virus en el universo de Ducournou, convirtiendo poco a poco en piedra los cuerpos de las personas que la padecen. En palabras de la directora, este recurso visual fue “usado para representar que ellos son hermosos y sagrados”. Sin embargo, esta representación también puede interpretarse de forma ambigua, porque así como puede leerse como lo sagrado, también puede ser visto como lo no humano y esa ambigüedad también debe tratarse con cuidado.
Aunque Alpha es el trabajo más divisorio de Ducornau y el que menos críticas a favor le ha dado, esta película puede abrir la conversación hacia cómo representar la enfermedad, y sobre todo cómo transformar esas representaciones en acciones reales, donde se continúe eliminando el estigma hacia las personas con VIH. Es una invitación a que sigamos transformándonos, así como se transforman los cuerpos, porque a pesar de la brutalidad de algunas imágenes, las películas de Ducournau siempre encuentran la forma de desembocar en la ternura, el cuidado y la protección.