A propósito del estreno nacional de Manu, a Visual Album (Cuesta, 2023) en la edición 23 de los EDOC, traemos un texto sobre un trabajo anterior de la cineasta y artista visual Alexandra Cuesta. Un escrito que recoge brevemente las sensaciones que transmite el cortometraje Lungta (Cuesta, 2022) trabajo comisionado para UMBRALES del festival de cine FICUNAM.

Es sencillo para los que no tenemos una gran habilidad con la palabra, escrita o hablada, encontrarnos en el cine. Un espacio donde la interacción se puede encontrar en imágenes y sonidos que transmiten la peculiaridad de un pensamiento, sentido o experiencia. Es en el cine donde el tiempo se moldea, se construye y se actualiza. A través de la luz se develan afectos depositados en trozos de película, que encuentran forma como canción, poema, ensayo o escultura. Esta forma desprovista de una homogeneización visual se puede encontrar en Lungta.
El cortometraje en sus primeros minutos presenta imágenes no condenadas a una figuración de algún tipo, ni espacial, humana, vegetal o animal. En cambio proyecta cinceladas de luz, que invitan a sumergirse en la abstracción de estos elementos lumínicos. La mente, consciente o no, busca similitudes con lo tangible para encontrar un significado. Pero, como diría Godard “una película es una tempestad, la mayoría de veces solo hay una ola, así se la construye, ola a ola, eso genera movimiento”.
El dinamismo de las ideas que se generan al observar dichas imágenes es proporcional al movimiento en el filme. Imposible no poder imaginarse una manivela que no encuentra el ritmo para proyectar una imagen “estática y perfecta”. El movimiento podría convertirse en un lenguaje maravilloso desprovisto de las ataduras de la narración, que se escribe sobre el espacio y deja su huella en el tiempo, en el instante que coinciden las imágenes con nuestros ojos.
Las pinceladas de luz poco a poco van revelando su misterio inicial. Cielo y montañas aparecen por una esquina de los fotogramas que se encuentran en loop. La invitación a descubrir el ser que habita en estas imágenes, en los 10 minutos de película, se resuelve cuando aparece parado en sus cuatro patas. El caballo de viento nos ve, nosotros lo vemos a él. Como mencionaba en un inicio me es difícil compartir en palabras la experiencia que Lungta tuvo conmigo, tal vez sea una búsqueda de lo invisible que se presenta frente a nuestros ojos, tal vez, después de buscar el concepto de la palabra no sea más allá que eso: ese aire interno que mueve un flujo de sentires, a la par que mueve y se develan ante nosotros las imágenes. Y qué seríamos sin las imágenes.