Conversación con Cao Guimarães

Escrito por Gabriel Avecilla

por Gabriel Avecilla 

Hace poco se proyectó en los EDOC (el festival internacional de cine documental) una selección de documentales del director Cao Guimarães. El cine de Guimarães está evidentemente atravesado por una fijación a lo sensible y lo sensorial. Es un cine de los microcosmos y de las esculturas de sueños. En esta entrevista se conversó sobre tres películas que se proyectaron en la edición 24 de los EDOC: Amizade (2023), Espera (2018), y A alma do osso (2004). También se mantiene un diálogo sobre cómo se concibe y se siente el cine, el tiempo y el sueño.

Gabriel : Quiero agradecer tener tu voz en 25 Watts, que nos puedas compartir lo que piensas, lo que sientes, tu forma de hacer cine y tu forma de escribir imágenes.

Quisiera empezar con tu último documental, Amizade y pensaba en la cineasta Alice Rohrwacher, que habla del material fílmico como un material viviente, ella graba en fílmico porque quiere que la cámara tenga un poder sobre ella y no al revés. ¿Piensas algo igual? Porque hay un cambio que se ve en Amizade con respecto al material.

Cao Guimarães: Siempre me gustó el fílmico porque soy fotógrafo de formación analógica. Empecé con rollitos de películas analógicas y siempre me fascinó la profundidad de campo, la textura de la imagen, y también una cosa que desapareció que es la espera de la revelación, el tiempo, cuidado y dedicación a la imagen. 

Es completamente distinto actualmente donde uno hace una imagen y se publica inmediatamente, ya no hay ese proceso. Antes la imagen para mí tenía una especie de aura, algo de magia que ya no hay. Ahora la imagen es algo más común, cualquier niño puede hacer una imagen rápidamente. 

En la película Amizade hay una recopilación de material de archivo, desde procesos analógicos hasta procesos virtuales como el zoom, lo digital, que se volvió muy común en la pandemia. Amizade tiene como 30 años de material que fui grabando de mis amigos, entonces uno puede sentir durante toda la película una evolución de esas texturas e identificar cosas que traen un poco de emoción a través de ellas. 

Sin mencionar que ese material también tiene que ver con la forma en la que las personas se relacionaban con una cámara, imagina cómo era antes cuando las personas tenían que quedarse inmóviles frente a una cámara para poder tomar una foto. De lo que decía Rohrwacher, ahora nosotros tenemos el poder sobre la cámara, ahora es muy fácil hacer una imagen. Hasta la composición ha cambiado; esa forma de ver el mundo que antes era horizontal ahora en cambio se hacen fotografías y filmaciones en vertical, para el celular. Eso dice mucho de la forma en la que se va viendo el mundo. 

No podemos someternos a esa tiranía, uno tiene que imponer su propio lenguaje.

Gabriel: Mencionaste el tiempo de material que tiene Amizade, y sé que el proceso de montaje fue de hasta 5 años. Siento que el montaje es algo entrópico, un lugar donde aparecen varias posibilidades narrativas, ¿cómo fue para ti este proceso y qué tan complejo fue escoger solo una de las posibilidades que se van presentando al montar?

Cao Guimarães: Amizade fue el proyecto más complejo de montaje que he hecho en mi vida. Fueron aproximadamente 5 años, pero fue muy interesante. Lo difícil fue que las imágenes, el archivo, no fueron hechas para hacer una película. ¿Cómo montar una película a partir de imágenes y sonidos que no fueron hechos para conectarse entre ellos? 

Cuando empecé a filmar a mis amigos no tenía idea de que iba a hacer una película sobre la amistad. Yo los grababa porque me encantaban sus presencias, porque son importantes para mí y por curiosidad. 

Cuando entré a la isla de edición todo fue como un laberinto. Fueron casi 30 cortes por cinco años, donde a veces estuve dos meses editando de seguido la película y luego volvía tres meses después con nuevas ideas. Fue una película que me costó un poco encontrar esa narrativa, encontrarle un ritmo, un por qué. Porque necesitaba encontrar un valor universal en la película, algo que no sea solamente para mí o mis amigos sino llegar a la amistad como algo universal.

Gabriel: Hay una figura de la que escribe Walter Benjamin, que es el recolector de trapos, el recolector de aquello que la gente no ve. Yo veo tus películas como algo similar, como una recolección de coincidencias, una recolección de microcosmos. Esta forma de hacer tus películas ¿influyó en la forma en la que grabaste a tus amigos? Y también ¿qué puedes decirnos sobre estos microcosmos y el por qué grabarlos?

Cao Guimarães: La cuestión de los microcosmos es una cosa presente desde que empecé a filmar. Muchos de los trabajos que hago están inspirados en esos micro acontecimientos cotidianos, y tengo una colección de estos en mis archivos. Por eso aparecen mucho en mis películas. 

El azar es muy importante para mí. No soy un cineasta que guste de hacer guiones, porque para mí la fuerza de la realidad, del azar, es mucho más importante. A mí me gusta empezar un proyecto a partir de una idea como puede ser la soledad, los ermitaños, la amistad, la espera, el tiempo; y salir y estar atento a lo que pase. 

La película nace a partir de los encuentros y estos encuentros no pueden ser pre-guionizados. Uno tiene que tener una especie de sensibilidad para saber conducir la película. Pienso que la película y las obras de arte tienen parecido a los caballos de santo, que en la religión africana del Candomblé son las personas que reciben el santo para que este pueda bajar. 

La película es así, la película trata de llegar al espectador y yo solo soy un medio para que esta baje. Por eso para hacer una película hay que tener sensibilidad por respeto a ella y para saber a dónde quiere ir. Y es que las cosas van pasando y uno tiene que estar abierto a todo eso, el guion al contrario a veces cierra esos caminos. 

Gabriel: En tus documentales siento que no solo trabajas la vista, sino que buscas llegar a los oídos y la piel. En A alma do osso puede sentirse incluso la sed después de ver el ritual del agua que hace Dominguinhos. ¿Cómo es tu proceso para acercarte a ese trabajo con las sensaciones?

Cao Guimarães: El cine está muy absorbido por la palabra, siempre hay demasiada presencia de la palabra y en la realidad no estamos siempre hablando. Entonces busco acercar el tiempo del cine al tiempo de la vida. Y más que esto, busco que la imagen, el sonido y el tiempo dialoguen con los sentidos. Por eso uno puede sentir calor, sueño o la tranquilidad de la piel de un personaje. Ese diálogo de los sentidos es muy importante para mí. 

Mis películas generalmente no son sobre algo, es estar con algo. No es sobre un ermitaño, es estar con él. Sentir el ambiente de un ermitaño, lo que es una vida ermitaña, aislada. Busco que el espectador esté en ese mundo en lugar de buscar sus aspectos biográficos. Busco transportar al espectador al ambiente del personaje. Por eso se escribe sobre mi cine como un cine atmosférico, es como ser llevado a otro sitio. E incluso sentir el tiempo, como la espera. Quiero hacer esos diálogos inter-sensoriales.

Gabriel: En A alma de osso hay fragmentos que parecen remitir a los sueños, como si pudiéramos ver los sueños de Dominguinhos, lo que él siente en ese momento. Y es que pienso en ti como una especie de escultor de sueños, como escultor de lo sensible, pero quiero saber si hay un límite para poder esculpir algo. ¿Cuál es el límite para esculpir los sueños?

Cao Guimarães: Interesante pregunta. Yo creo que el límite es generalmente la ética, pero también un poco la fe y lo que siente uno por el otro. Lo que hago es una especie de licencia poética. Para entrar en la cabeza de Dominguinhos y sugerir lo que está imaginando el personaje, solo lo puedo hacer si hay un sentido benéfico detrás para el personaje. Yo quiero mostrar una imagen maravillosa de él. El principio ético de la bondad está al frente de la maldad, y yo no quiero hacer mal al personaje. Quiero pintar una bonita imagen de Dominguinhos, una imagen de admiración. Entonces si se piensa en la bondad del personaje no se puede hacerle mal. Creo que ese es el límite.


Gabriel: Mencionas que la forma de hacer tus películas era no tener una guía, dejarse llevar. Me parece importante esa idea. Quisiera saber ¿cómo haces para volverte a perder? Porque hay la posibilidad de que uno aprenda sus pasos y ya no esté perdido.

Cao Guimarães: La cuestión de perderse no es que esté perdido, porque después no puedo hacer una película. La cuestión es no tener amarras. A mí me gusta cuando las posibilidades se abren. Todo tiene que ver con una cuestión de perderse y encontrarse, control y descontrol, es un juego relacionado con la intuición y la fe en la misma. 

Uno tiene que confiar a dónde va, y no porque exista una fórmula o un manual que te indique a dónde ir, sino porque si uno siente que es por un lado entonces es por allí. Y aunque el resultado sea un error, está bien, porque errar es lo más importante de la vida. Si uno no se equivoca no acierta nunca, porque aprendemos cuando erramos. Si tenemos un manual siempre vamos a hacer un cine “correcto”, y eso es una equivocación.

Gabriel: Es una paradoja ahí.

Cao Guimarães: Sí, es verdad, porque el cine “correcto” no es el cine que me gusta. El manual de Hollywood dice que el espectador tiene que reír en medio de la película y llorar al final. Y el arte no es así. El arte es adentrarte en tu propia alma, ¿cómo Hollywood puede saber cómo es mi alma o la tuya? Cuando haces una película, tendrás tu mirada y yo la mía, y tendremos miradas distintas. Tienes que respetar la mía, así como yo respetaría la tuya. Así mismo uno tiene que respetar su propia mirada y la de los espectadores. Así se traza un diálogo también. Todo esto mejor que seguir una fórmula.

Gabriel: Como uno pone demasiado en una película, demasiada fe, ¿es posible que, en tu caso, puedas desprenderte de estos filmes? ¿Cómo los dejas ir?

Cao Guimarães: No desencarno nunca. Son como los hijos, uno no los desencarna. Se puede tener otros, pero siguen siendo hijos. Siguen en nuestro corazón y las iré reencontrando en el recorrer de mi vida. Y a veces es bueno dejar dormir un tiempo la película para volver a verla y reconocer qué ha cambiado. 

Claro que la última película está un poco más encarnada que la primera. Y no solo ocurre con mis películas, esto ocurre con el espectador en general. Uno puede ver un clásico de cine y verlo de otra manera. Porque nosotros vamos cambiando, nuestra mirada va cambiando. La película no cambia. Amizade es esto, son cosas que filmé hace 30 años, imágenes que en esa época tenían un sentido y que después ganaron otro sentido.

Gabriel: Es verdad que es el espectador quien  cambia, no el objeto.

Cao Guimarães: Esa es la gran belleza, si es que hay alguna, del envejecimiento. 


Muchas gracias, Cao.

Gracias, Gabriel. Un abrazo.