Pensar en los festivales de cine se convierte también en pensar en las posibilidades del cine. Se convierten en encuentros que promueven una retrospección y al mismo tiempo una compañía para la misma. Saber mirarnos es importante, al igual que saber mirar, y festivales como el Festival Internacional de Cine Documental EDOC es consciente de aquello. Este domingo 07 de septiembre se inauguró el festival con el documental Carmela y los caminantes (2025), de Esteban Coloma y Luis Herrera. Esta es la primera crítica de varias que se irán subiendo como cobertura del EDOC en su edición 24.

- Caminatas
Durante mucho tiempo veía en el caminar una postura política. Caminar como una forma de transitar los lugares que nos pertenecen. Agotarse pensando en que ahora mis suelas se desgastarán conociendo aquellas veredas agrietadas que no se me permitían cruzar.
Sin embargo, para lxs migrantes el caminar es otra cosa. Se vuelve una imposición y, por lo tanto, un miedo al descanso, porque entre menos se camina, menos se aleja. El caminar se vuelve parte de los mecanismos del cansancio, de esas dinámicas del poder que convierten al cuerpo de uno en movimientos musculares automáticos e insensibles. Porque caminar alejándose de algo, es tener la mirada en frente pensando en el atrás: es cansancio.
En Carmela y los caminantes (2025), de Esteban Coloma y Luis Herrera, Carmela no solo entiende aquel cansancio, sino que lucha contra él. El descanso es la resistencia para los cuerpos agotados, para aquellos cuerpos que están siendo jalados por la tierra y escupidos por el Estado. Si Carmela les da un lugar a estos caminantes, un lugar donde sentarse, donde comer o donde dormir, es porque entiende que los cuerpos racializados y los cuerpos migrantes tienen negado el reposo, y porque entiende que, como escribe Yuliana Ortiz Ruano en un ensayo para Página 12: “no hay revolución sin un cuerpo descansado”.
En el documental se trabaja aquel gesto del cuerpo imparable, porque decide poner en cámara a los caminantes descansando, mientras que Carmela nunca se detiene. Solo en los instantes en que le peinan o se viste se podría decir que hay un intento de descanso, pero incluso en esos momentos está pagando facturas o haciendo cuentas. Solo cabe recordar el final de la película que termina con Carmela caminando.
Podría decirse que el documental busca cansar al espectador en ciertos momentos. En las caminatas, en las amanecidas, en la cocina, en el mercado. Cuando vemos a Carmela en cada uno de esos espacios moviéndose es indudable que estamos ante un cuerpo cansado, y el documental lo retrata como tal, como un cuerpo cansado.

- Descansos
“¿De dónde nace ese deseo por ayudar?”, recuerdo haber escuchado que preguntaron cuando terminó la proyección. Por esa pregunta entendí que hay una línea muy frágil en el documental de Coloma y Herrera, por esa pregunta reconocí que del deseo a la necesidad solo hace falta la escasez de alternativas.
Carmela no ayuda porque desee hacerlo, ayuda porque el Estado no lo hace, porque nadie más lo hace. Si Carmela deseara hacerlo no la viéramos cansada como el documental decide mostrarla. Si Carmela deseara hacerlo no insistiera en que no le llamen “refugio” a su casa, porque es su hogar. Carmela pone una taza de café cerca de los cuerpos helados de los caminantes porque el Estado ha decidido negarles hasta el más mínimo gesto de calor.
Más allá de la ternura o el cariño que compongan los actos de ayuda de Carmela, no hay que olvidar que surgen a partir de una ausencia, no de un deseo. El documental logra dosificar estas acciones al punto de que los caminantes parecen formar parte de la vida de Carmela, pero no su vocación de vida o su objetivo intachable. Por ello haber colocado momentos importantes en su vida como el casamiento significan mostrar a gran parte de Carmela y no solo un fragmento de ella.

El documental se vuelve un gran retrato exhausto. El público no puede negar las ansias de un descanso que surgen al final de la película. Sin embargo, este anhelo del descanso no es el propio, sino el de Carmela. Los pasos se siguen oyendo durante los créditos porque ella no deja de caminar.
Esos gestos de montaje provocan que el espectador quiera exigir un descanso como respuesta, como rabia, como reacción, pero descanso en cualquier circunstancia. Se demanda una pausa para aquella mujer que camina, volviéndose una caminante también.
De alguna manera, pudo haberse mostrado en el documental a quiénes hay que exigirles aquellos descansos. No lo hay. No se menciona siquiera un diente de los que imponen las caminatas infinitas. Aun así, parte del público reconoce quiénes son, pero aquellos que no, pueden llegar a hacer preguntas donde confunden el deseo con los actos solidarios, cuando el verdadero deseo tiene que ver con que las caminatas no sean eternas.
No se muestran los causantes, pero se muestra a Carmela, quien deja en claro su postura, sus creencias y lo más importante sus sensibilidades. El final del documental, por muchas grandes cualidades, se convierte en una gran imagen conclusiva. Carmela camina hacia su boda: no ha descansado todavía, pero sabemos que va a hacerlo al menos en lo que dura un beso. Probablemente eso fue lo que provocó que la película, al terminar, tuviera un par de minutos de aplausos seguidos del público. Y es que Carmela tendría al fin, aunque sea un ratito, un descanso.
Los aplausos seguían.
El director mencionó que en la página oficial de Instagram del documental (@carmela_documental) se subirán formas de cómo poder contribuir económicamente, para quienes puedan hacerlo.
Carmela y los Caminantes (2025), de Esteban Coloma y Luis Herrera