En una entrevista sobre Forenses (2025), el entrevistador se refiere a la película como “la cinta”, sinónimo asertivo que no recordaba y del cuál me valdré en este escrito.
En reiteradas investigaciones sobre el cine de la desaparición se dice que algo que caracteriza su formalidad o soporte es que se somete al lenguaje, sobre todo cuando se va a hablar de un cuerpo y rostro negado, simplificado o “inexistente”.
La cinta se divide en tres ejes: asesinato de una persona trans, desaparición del tío y una arqueóloga enfocada en la búsqueda de cuerpos desaparecidos en el contexto del último conflicto armado colombiano. En los tres casos se evoca a los tiempos (pasado, presente y futuro) que no son, sin más, recursos lingüísticos gramaticales de nuestras palabras. Esto en el lenguaje audiovisual se traduce y establece en las formas de representación. En el primer caso, lo hace recuperando material de archivo de una película filmada por una mujer trans, por consiguiente, escenifica en el presente a los actores de aquella película. En el segundo lo hace hablando sobre la representación mediática de los desaparecidos, vinculandolo con su tío, del cual se sabe casi nada. En el tercero filma el rastreo de los cuerpos y crea un mundo digital donde reflexiona, junto a la antropóloga forense, sobre la importancia de un proyecto nacional que busque a los desaparecidos.

Existe una preocupación explícita, desde las imágenes y el sonido, por los modos de representación que desemboca en cómo la televisión colombiana representó a hijos, hermanos, tíos, primos, etc. desaparecidos: representación inmediata que redujo nombres a cifras y rostros a síntesis teatrales. Cuando el director escenifica a un hombre que se parece a su tío perdido —como ejemplo de lo que hacía la televisión—, no solo ubica un nuevo tipo de representación, sino que también pone en evidencia una ausencia que se había velado y borrado. Se puede hallar semejanza con lo que hizo la directora trans en el pasado: buscar dar nombre a través de una representación afectiva, a través de una ficción cinematográfica. Por lo tanto, estamos frente a un documental que enmarca la inmensurable necesidad del encarnamiento de cuerpos, tanto material como simbólico, para así revivirlos.
Formalmente, la cinta contiene una lectura de estilo bergeriano: imágenes más humanistas y representacionales (que habitan meramente el régimen visual), mas no se queda ahí, también inserta por momentos breves preguntas farockianas. De este modo, la representación fílmica contiene una operación en la que se nos reviven preguntas y estas preguntas nos llevan a imágenes y estas imágenes a problematizar regímenes mediáticos. Así da permisividad a puestas en escena y empieza a tomar un imaginario que cree en la fantasía de la ficción y se van armando cuerpos híbridos, hasta espirituales y andino-históricos.

“Al principio las imágenes se hicieron para evocar la apariencia de algo ausente” escribe John Berger. Federico Atehortúa planteaba ya esa tensión entre representación y olvido en su película anterior Pirotecnia (2019). Allí la pregunta por la visibilidad era también una pregunta sobre la posibilidad de reconocimiento. Las imágenes son necesarias para que una nación se pueda vincular. Es así cómo el documental no se vale exclusivamente de recopilación de testimonios, sino de interrogantes que encasillan el modo de funcionamiento de un territorio.
Desde una perspectiva de postconflicto, Federico sugiere respuestas del porqué buscar a los cuerpos desaparecidos. Pienso que la identificación resignifica la memoria, que dignifica y habilita la formulación pública de responsabilidades y demandas de reparación. Representar para identificar es construir afectos y trazar una opinión histórica sobre el pasado que condiciona el presente y proyecta futuros posibles para los proyectos nacionales, para un país más justo. Pensar en Forenses es pensar también en el presente de otros países militarizados y con conflictos vivos de América Latina, como lo es Ecuador y la búsqueda de representación, de imágenes, de nuestros desaparecidos.
Forenses (2025), de Federico Atehortúa