… todos queremos eso, un lugar donde poner
— la ausencia —
No es un vacío, es una cajita llena de piedras, conchas, flores, fotos, alas de mariposas… una cajita que alguien abre para que los recuerdos respiren.
Es la niebla espesa que atraviesa la película y me atravesó a mí también. Me lleva a ese recuerdo entre cartas, entre nebulosas, y por eso escribo esta carta también, a ese recuerdo, a esa presencia que ahora es colectiva, que nos une por medio de esta película, que nos invita a encontrarnos con la memoria…
La película me habla de ese refugio interior frente al ruido del mundo, de cómo ese camino hacia la muerte se construye con momentos, con fotos que se vuelven testigos fijos de nuestra existencia.
Una carta al silencio heredado….
Hay una secuencia que me gusta mucho: fotografías fijas superpuestas con imágenes en movimiento, como si la vida siguiera, imparable, pero los recuerdos permanecieran inmóviles.
Hay una voz,
— la de la abuela
Una voz que reza,
Una voz que canta
Una voz que nombra la ausencia
Y detrás, el viento
Y detrás, la niebla
Y detrás… nosotros
Y es que, ¿no es eso el cine?
Un sueño que viene a buscarnos para inmortalizar lo que amamos, para que los recuerdos se vuelvan memoria compartida.
¿Cómo enfrentas los recuerdos?
¿Cómo hablas del olvido?
¿Cómo le das forma a la ausencia?
Este filme responde con gestos pequeños, con rezos para finales serenos, con rostros que quedan con los sueños que entran por la puerta y habitan el alma.
La memoria como la niebla no siempre es clara, pero está allí. Persistente. Ineludible.
Y esta película, cuidada en cada detalle, es como la caja de recuerdos que aparece en la historia: un altar silencioso donde se habita todo lo que aún no se ha dicho. Cuando la tristeza se comparte deja de ser cárcel y se vuelve refugio para los sueños….
Un lugar donde quedarse (2025), de Dayan Romero