Aun tratándose de dos documentales distintos es difícil verlos por separado. El ojo izquierdo en uno y el derecho en el otro. Gente del barrio realizado en 1978 y estrenado en 1980 es la historia del comienzo del suburbio, ¨invadido¨ por gente de la ruralidad en su mayoría y, por otro lado, pero desde el mismo lugar, en 2019, Calle K. Si ponemos en consideración que los documentales deben ser algún tipo de brújula moral o algún tipo de cine de moraleja, entonces las expectativas se verán desmoronadas. En especial cuando el sentido es un estudio de campo antropológico que lo único que busca evidenciar, inconscientemente o no, es la no linealidad de la evolución occidental. Es decir, el estado de barbarie en pleno siglo XX que la gente del sur global vive.
Si la Tierra es redonda y orbita ¿realmente hay un norte y un sur definitivo?
Ema Torres es lideresa en un lugar debajo de la línea central del planeta, o por encima. De un lugar con cañas suspendidas sobre el agua. Allí la gente lava ropa, también la cose y hacen sus dientes que ya no nacen de nuevo. Ema luchó por servicios básicos, agua, luz, calles: básicos.

La antropóloga con su esposo cineasta permanecen por seis meses con sus dos hijxs viviendo entre Ema y sus vecinxs filmando, tomando notas, etc. La antropología busca entender el ser humano desde muchos contextos, pero fuera de entender hay un vacío gigante cuando se busca crear a partir de ese entendimiento. Al final esta ciencia, como muchas, es ausente de práctica. Es purita teoría. La arqueóloga negra Genesis Delgado en su tesis se rehusó a dicha teorización absoluta. Transformó la teoría en una práctica de memoria de reconocimiento de los lugares que con normalidad habitamos. Pero ¿qué pasa con Calle K cuando es el hijo de la antropóloga quien decide, luego de casi cuarenta años después, observar con lupa los resultados de ese progreso con expectativa occidental que se supone debieron lograr sus entonces amigxs y vecinxs? ¿Se habrá ido satisfecho? No es relevante. La vecina que lavaba ropa para mantener a sus hijxs, lloró recordando todo lo que pasó; algo que se presenció en el primer documental, pero, a la vez no sabemos nada de lo que realmente tuvo que vivir y sobrevivir sobre las aguas del estero salado. Y ahí al final están los hijxs de esxs sacrificadxs, viendo con sus propios ojos en la sala de cine en Mz14, las condiciones que ellxs jamás tuvieron que vivir. Ojalá estos documentales se hubieran presentado en Ecuavisa, en En Contacto, pero estos documentales arbitrarios contra la moral y el abandono del Estado no son parte del entretenimiento nacional. Ojalá el documental hubiera sido de utilidad en la lucha por el agua potable.
¿Qué son estas ciencias entonces? ¿En qué lugar queda el cineasta? ¿Es su trabajo hacer algo o solo observar? ¿Es deber del espectador pararse después de la proyección y preguntar ahora qué falta? ¿Es emergente un cine accionario o solo estamos hechos para ver con un ojo izquierdo del corazón que siente y con el derecho desde la lejanía con lxs otrxs?
Al menos las tomas del primero con cámaras antiguadas fueron mejores que las del segundo documental de calidad HD.