Si el cine tiene un deber, es el de plantear preguntas, y Mama (2025), dirigida por la ecuatoriana Ana Benítez, nos invita a cuestionarnos alrededor de los cuidados y el acompañamiento. Como atravesando puertas, esa invitación se vuelve una sutil exigencia, de esas cosas que ves y nunca más puedes ignorar. Al principio del tratamiento de quimioterapia, a raíz del avanzado y repentino cáncer de mama que le diagnostican a la directora, en una de esas frías y blanquecinas salas estériles, vemos a una mujer sentada al otro lado del cuarto, llora hasta quedarse dormida mientras el doloroso líquido le atraviesa la vena. Llega la voz en off de Ana para enfrentarnos con la dolorosa verdad: el abandono que sufren las mujeres y los cuerpos femeninos cuando se enferman – esos cuerpos criados para cuidar, para ser sumisos, para hacer silencio, para ser serviles, para acompañar a otrxs – se quedan sin compañía durante esos procesos. Como las historias, que todxs conocemos, mientras el patriarca enfermo es acompañado por todo su linaje, la abuela sufre todos los dolores depositados sobre su cuerpo y su psiquis, en total silencio, siempre abnegada, siempre mortalmente sola.
Ana se acompaña a ella misma La cámara se vuelve una extensión del cuerpo, una herramienta de memoria y sostén propio, un camino posible para enfrentar el dolor, el miedo, e incluso la esperanza. ¿Cómo vernos a nosotras mismas en lugares desconocidos como la enfermedad? ¿Cómo invitar a otrxs a esos territorios? El aparato que captura las imágenes nos permite acompañar a la directora a través de los años. El cine tiene la capacidad de viajar entre los tiempos, de ir a lugares lejanos como el cuerpo y el dolor. Por un momento estamos en el hospital, descubriendo junto a ella su pecho después de la mastectomía, estamos cuando se canta para sanar, cuando se da baños de rosas y de mar, hemos sido invitadxs a hacer compañía.

El cuerpo femenino y enfermo representa un tabú en un mundo patriarcal donde “solo el 1 % de la investigación sanitaria se destina a patologías específicas de la mujer […]”[1]. ¿Qué pasaría si no solo nos interesáramos por los cuerpos femeninos enfermos, sino también por las historias que nacen de ellos? Tener una cámara en la mano es tener la libertad de narrarse a una misma, convirtiéndolo en uno de los acompañamientos más profundos y personales. Frente al abandono exterior, la cámara está en esos lugares a los que nadie más se atreve a entrar y allí está la importancia de documentales como Mama, que perteneció a la sección Shunguito: el amor como resistencia, en el Festival EDOC24, porque el amor es resistencia, los cuidados y la ternura son un motor de cambio humano urgente, irremplazable y eterno que simbolizan la esperanza de todos aquellos mundos mejores posibles.
[1] Información extraída de Organon: https://www.organon.com/spain/news/solo-el-1-de-la-investigacion-sanitaria-sedestina-a-patologias-especificas-de-la-mujer-el-4-si-se-considera-la-oncologia