El primer viernes de septiembre se habló del sol. No cualquier sol, sino el sol de Do the right thing. Ese viernes la proyectaban a las 19h00 en el cine del MAAC. Antes de ir a verla, la leímos. Leímos críticas sobre la película que nos acercaban a imágenes nuevas y a veces también nos alejaban. Hay una responsabilidad en la crítica. Los viernes siguientes ya no hablábamos del sol, sino de la palabra soleada, la palabra quemada, la palabra y su potencia. Fue un juego que duró todo el taller. Escribir es una decisión, porque se dejan palabras fuera del papel, de la boca, del ojo. Comprender por qué hay textos capaces de acercarme a una imagen o un sonido, y también, al mismo tiempo, a veces, de empujarnos bruscamente hacia el fondo de una página. La responsabilidad de la crítica recae en nuestras decisiones de escritura. Sobre qué escribimos y cómo lo escribimos. Sobre qué no escribimos.
La crítica no es formal, es forma. El taller que hicimos se realizó en el marco del Festival Internacional de Cine Documental Encuentros del Otro Cine EDOC24, por lo que escribimos sobre películas que se proyectaron dentro de este festival (a excepción de una anarquista que escribió sobre otra película). La crítica tiene que ser humilde. Estos escritos, de Naila, de Ira, de Jose, de David, de Sebas, de Niza, son escritos nacidos de los encuentros, de conversaciones que se iban dando en cada taller a partir de nuestra postura con la crítica. La crítica tiene que ser un juego entre los afectos y los efectos. Esta postura tenía que ver con una descolocación de lo académico y lo funcional, de la crítica como accesorio o como producto de un instructivo textual. Abrazamos la crítica como lo que es: una membrana sensible. La crítica es un trabajo de memoria y montaje. Colocamos nuestras palabras hasta que tengan la apariencia de un recuerdo.

Decidimos sincerarnos al momento de escribir, decidimos trabajar más desde el recuerdo, más desde lo íntimo, y más desde el juego. De ahí nacieron textos como el de Sebastián Molina sobre Rotacismo (2024), donde hay un ida y vuelta entre los gestos técnicos del documental y la emergencia poética. Ira Giraldo hace el mismo juego, pero avivando la candela política que subyace en la intimidad del documental Mama (2025), de Ana Benítez. Entre aquellas dinámicas con la forma se encuentra el texto de Sebastián Ávalos, donde compara, a través de puestas en espejo, el documental Gente del barrio (1980) con Calle K (2019). Fuera del marco del EDOC, también José se lanza a escribir de manera profundia, nombrando los cuerpos presentes y los cuerpos desplazados en The long walk (2025), de Francis Lawrence.
Estos escritos son eso que sale de una imagen y nos pega de frente, quedándose en la lengua del ojo hasta que se convierte en palabra hirviente. Cada texto germina su propio estilo, su propia postura, su propia lengua y su propio afecto. La crítica, en este taller, fue concebida como aquello que nace del efecto de una imagen o un sonido para convertirse en afecto, en sensibilidades que al quedarse en la memoria se vuelven, a pesar de todo, infinitas; y como el cine también es aquello que nace después de la proyección, emerge el cine infinito.
En la página podrán leer los escritos elaborados en este taller de crítica titulado «El cine infinito» que se realizó en el Museo Antropológico de Arte Contemporáneo (MAAC) en el mes de septiembre.