Pensar en el duelo es pensar en una despedida imposible. Y es que ¿cómo podemos despedirnos de alguien que deseamos sea infinito?
Con The Boy and the Heron, Miyazaki traza un mapa sensible para responder con esta pregunta: traza el recorrido de un niño que, debido a los bombardeos de la guerra, pierde a su madre y que intenta buscarla en un mundo fantástico dentro de una torre abandonada guiado por una garza gris.

Para Miyazaki la respuesta no es estrictamente despedirse, sino comprender y consentir el duelo. Toda esta historia gira en la importancia de aceptar los miedos de la pérdida y el dolor de la ausencia. El Chico no quiere continuar con el mundo de fantasía que se le está heredando (que es la oportunidad que le dan para mantener el mundo de fantasía donde su madre sigue viva), pero no quiere continuar porque sabe que no es la realidad.

El Chico, en una de las imágenes más bellas del filme, abraza a su madre antes de irse del mundo fantástico. Un abrazo que no la haría regresar con él, pero un abrazo que su corazón necesitaba. Una despedida dentro de un mundo de fantasía es necesaria entonces para poder afrontar los dolores de la realidad, porque lo fantástico no es lo imposible, es lo que nos reconforta para enfrentar lo real.
Recordaba la película de Bayona: A Monster calls, donde el niño atraviesa por algo similar y la conclusión tiene que ver con lo complejo de aceptar que alguien se tiene que ir, con lo complejo que es decir “I don’t want you to go”.

The boy and the Heron nos acerca a aquella misma complejidad donde un niño no quiere aceptar la pérdida de su madre, pero que al final comprende que aceptar despedirse no es aceptar el olvido, y que evitar la realidad es evitar amar intensamente.
La película de Miyazaki es un mar de sensibilidades donde, si bien se puede hablar sobre el duelo, es fácil poder agarrarse de algo más, sentir algo más. Se puede hablar de lo político acerca del reinado de los pericos, o del existencialismo con los tiernos personajes de los warawara, e incluso un adiós de Miyazaki al Studio Ghibli. Esto hace que la película siga la misma línea que El viaje de Chihiro o El castillo ambulante, una línea que Miyazaki explicaba así: “The way I see it, we may never understand them. What does one know about this world?”