El optimismo, todavía.

Escrito por Isabel Carrasco E.

A propósito de la película Happy go lucky de Mike Leigh


“Happy Go Lucky” se estrenó en el 2008, tuvo un importante recorrido en festivales y cines alrededor del mundo, obtuvo varios premios en especial a su protagonista, la talentosa Sally Hawkins.

En el centro de esta historia está Pauline, más conocida como Poppy, una londinense treintañera y profesora de escuela primaria, quien enfrenta diversas situaciones y personas con una actitud de felicidad que, por momentos, puede resultar repelente.

La película comienza con Poppy en bicicleta por un soleado Londres. Aunque no pronuncia una sola palabra, intuimos rasgos de su personalidad por su actitud de disfrute mientras pedalea y por su peculiar vestuario. Este desempeña un papel crucial en la presentación del personaje: una chaquetilla tejida con distintos tonos de azul, chaleco y minifalda de jean, medias nylon decoradas y botas de gamuza con tacón alto que llegan casi hasta las rodillas. Complementa el conjunto con aretes rojos, un collar con un dije grande de color amarillo, y un bolso estilo Lady Dior estampado con figuras humanas, reminiscente de un cuadro moderno.

Este inicio evoca a la hermosa película “Caro Diario” de Nanni Moretti, donde el personaje de Nanni recorre en una vespa sus calles favoritas de Roma.

Este look, de estilo hippy chic propio de la época, donde cualquier combinación es válida, se ve complementado por la risa de Poppy, al borde de parecer un tanto ingenua, según percibe el chico que la atiende en una librería. Poppy es amable e incluso coqueta, desconcertando al joven. El sentido de este encuentro entre Poppy y el librero marca también el nuestro con ella como espectadores.

A partir de este momento, ingresamos al universo propuesto por Mike Leigh, destacado heredero de la tradición realista en el cine. Los personajes viven dentro de la complejidad del mundo real en el que los diálogos parecen triviales, pero a la vez muy humanos y profundos.

En entrevistas sobre esta película, Leigh menciona que prefiere utilizar encuadres y movimientos de cámara que permitan que la actuación tenga el espacio y el tiempo necesarios. Esto, dice el director, de manera subliminal permite que la audiencia reconozca que no hay artificios, que esas personas están siendo reales, orgánicas a la historia y, por lo tanto, espontáneas.

El origen de la idea de esta película, y en particular del personaje de Poppy, surgió de Mike Leigh y a Sally Hawkins hace varios años. Habían trabajado juntos en “Vera Drake” (2004), la película anterior a esta, donde Sally tiene un papel secundario, pero importante dentro de la trama.

A medida que avanza la película, Poppy enfrenta diversas situaciones cotidianas: le roban su bicicleta, sale de fiesta con sus amigas, construye disfraces para su clase sobre los pájaros, visita a su hermana embarazada y comienza a tomar clases de manejo. Nada parece arruinar completamente su día.

Puede resultar difícil no asociar a alguien que sonríe y es amable con frivolidad. Resulta casi natural que al ver un personaje así, venga a nuestra mente la imagen de las princesas bobas de Disney o la inocencia e ingenuidad de personajes como Amélie, junto con muchos otros construidos desde perspectivas similares.

Es probable que esta mirada tan chata sobre los seres humanos, en especial sobre personajes femeninos, nos haya acostumbrado a asociar la inteligencia con lo sombrío, lo denso, vestirse de negro o en escala de grises, y fruncir el ceño. ¿Quién puede o quiere mantener una actitud constante de amabilidad y optimismo cuando está al tanto de que la gente a su alrededor tratará de sacar provecho de eso? ¿Quién puede mantener una actitud optimista cuando el horror acecha en cada esquina de este mundo?

Hawkins interpreta a Poppy de manera magistral. Es un rol en el que brilla por su autenticidad, lo cual puede resultar incómodo porque es inusual y quizás porque nos enfrenta a un espejo que rara vez queremos mirar. Poppy está consciente del efecto que tiene en las personas y en su entorno, y aún así decide mostrar su mejor actitud incluso ante las malas caras o las burlas misántropas.

Al mismo tiempo, es una mujer real, con deseos auténticos. Su vida está lejos de ser extraordinaria o particularmente especial. Tampoco cumple con ciertos mandatos culturales o sociales que se imponen sobre la vida de las mujeres. Es financieramente independiente, está soltera, es una profesora preocupada por sus estudiantes más allá del aula y no tiene hijos. Además, está consciente de sus necesidades y carencias, no evita el sufrimiento ni el dolor. En este punto, nos damos cuenta una vez más de que sumergirse en el océano del cinismo, tan profundo y seductor, es una ocupación casi a tiempo completo.

Después de que le roban su bicicleta, decide tomar clases de manejo. Scott, el instructor, interpretado de manera sobresaliente por el actor británico Eddie Marsan, es un personaje que repele debido a su ira y resentimiento hacia casi todo. Su manera de explicarle a Poppy el uso de los espejos retrovisores del automóvil, nombrados en honor a unos ángeles expulsados del paraíso, es motivo suficiente para entender que en él hay algo perturbador que va más allá de una excentricidad enredada.

Poppy, al principio, no toma muy en serio y hasta se ríe de los comentarios de Scott. Lidia con él de la mejor manera que puede, ya que al final necesita aprender a conducir. Sin embargo, al mismo tiempo, está cada vez más alerta sobre la personalidad de este personaje. Incluso parece deducir el origen de la carga emocional que tiene Scott en su cabeza cuando debe lidiar con un conflicto que involucra a uno de sus pequeños estudiantes. Como era de esperar, un día todo explota de manera muy fea y vemos otro lado de Poppy. Ella pone límites, y aunque otra persona en su lugar hubiera sido mucho más severa, Poppy lo hace a su manera.

Poppy es optimista, exuberante y un poco excéntrica, pero también inteligente y consciente de cómo su energía invade el espacio, aunque evidentemente no siempre sea del agrado de todos.

En esta película, Leigh aborda el tema de la felicidad desde una perspectiva auténtica, no ese sentimiento edulcorado por los libros de autoayuda o el mindfulness, que promueven la idea de «sálvate a ti mismo». Más bien, lo presenta como un tema serio que requiere fortaleza y mucha fe para asumirlo.

Ella está al tanto de lo que sucede en su vida y en la de quienes la rodean; no vive en un mundo de fantasía. Es un personaje que se desarrolla dentro del universo «leighniano», como una Vera Drake que se ha trasladado en el tiempo. Tiene ese mismo espíritu de mujer generosa, inteligente y solidaria, cuya misión consistía en asistir a mujeres a terminar embarazos no deseados en los años 50. La misma mujer, con esas mismas cualidades, en los 2000 es una profesora de primaria, independiente, soltera, intentando vivir intensamente. Se deja afectar y, por ende, afecta a quienes se encuentran con ella. Luego está Gerri de Another year (2010), una terapeuta ya mayor, casada con Tom, llena de compasión y alegría de vivir.

Hay varias escenas que me encantan de esta película: después de una noche de fiesta con sus amigas, y de bailar a tope «Common People» de Pulp, regresan al amanecer, despojadas de glamour, con medias ebrias, sudadas y despeinadas mientras balbucean bromas. Otra escena muy buena es la de las clases de flamenco, para mí, una de las grandes escenas de comedia en el cine: una profesora sevillana intenta enseñar flamenco a un grupo de inglesas. Con el fin de inspirar a sus estudiantes para que sientan el ritmo, la gestualidad corporal y la actitud necesarios para el baile, recurre a imágenes y ejemplos propios del carácter histriónico del flamenco. Es imposible no llorar de risa.

“Happy go lucky” es una película luminosa que evita la superioridad moral o los mensajes aleccionadores. No deja de mostrar el lado complejo, difícil y cruel de la vida y las relaciones humanas, pero lo hace desde los ojos de una verdadera optimista.

Es como si Mike Leigh y Sally Hawkins supieran algo sobre la vida que a la mayoría se nos escapa. Volver a esta película de vez en cuando es un intento de acercarme a ese misterio o, mejor aún, de ser parte de ese algo.