How to Save a Dead Friend: La imagen infinita

Escrito por Romina Correa

Hay una imagen que se repite, una en la que el reflejo del otro se multiplica hasta volverse eterno abriendo una pequeña grieta dimensional en la que cada futuro posible coexiste en un espacio sin tiempo donde las fronteras entre cielo y tierra se vuelven difusas. En el largometraje documental autobiográfico How to Save a Dead Friend (2021) de Marusya Syroechkovskaya la imagen infinita tiene la forma de cientos de ventanas con las que los protagonistas de esta historia se funden volviéndose parte de ellas. Marusya y Kimi, a quien está dedicada esta película, caminan por una cuerda floja hacia el umbral de la adultez, un espacio poco transitado por la juventud de lo que ellos denominan, La Federación de la Depresión, haciendo referencia a su país natal, Rusia. En un periodo de 12 años, registrado por ambos, la exaltación del primer amor, el dolor de la pérdida , la inminente autodestrucción, producto de la adicción, son pasillos que deben ser transitados antes de llegar al eterno punto de retorno, una pequeña ventana en un corredor desierto que da hacia a un edificio de apartamentos y donde ellos se encuentran con distintas versiones de sí mismos.

El inicio compuesto por premoniciones del final, como un recuerdo insertado con delicadeza en los tramos que el espectador pasa por alto, tiene su propia temporalidad apegándose a una estética marcada por la época en la que fue grabado y a un tipo de registro, el video casero. Ya sea por la decisión de acompañar la introducción de Kimi a la vida de Marusya con un coro de “aleluyas”, o de contar con diapositivas sobre-decoradas su historia de amor, una parte de lo que fueron los “early 2000s” componen las escenas de la película perteneciente a los años de adolescencia de los protagonistas. Y que a medida que ellos crecen es abandonada para adoptar un lenguaje sobrio que se inclina por mantener la imagen grabada libre de artificio, siendo el video cinematográfico, y la planificación que este trae consigo, los que marcarán su etapa adulta. No obstante, antes de que la película avance hasta ese punto son los artificios iniciales los que engañan al espectador haciéndole creer que esta podría ser una historia de amor con un “y vivieron felices para siempre” como cierre.

How to Save a Dead Friend no tiene un final feliz, (spolier alert) solo la repetición de los momentos de una vida compartida acentuada a través de un montaje que utiliza escenas y diálogos en tiempos narrativos distintos. Más de una vez en la pantalla Kimi arriesgará su vida al saltar de un puente a un río poco profundo; Marusya buscará contacto en una imagen digital de Kimi al no tenerlo cerca; la versión joven de ambos retoza en su cama intentando aferrarse a los instantes de felicidad que la vida les ha ofrecido. Más de una vez el espectador se enfrenta a algo que ya ha sucedido y que no es necesario que vea en un orden cronológico para entenderlo.  El cine da a Syroechkovskaya la posibilidad de interactuar con el registro de su propia vida y ordenarlo de una manera aleatoria y antojadiza , que permite la creación de nexos temporales entre la directora y su obra, como un proceso de asimilación de un  final inalterable.

El funeral de Kimi es una de las primeras y últimas imágenes que ocupan la pantalla, un adelanto de lo que va a suceder y un cierre a una historia por momentos eterna, donde la muerte no es el final de la persona, sino una oportunidad de trascendencia. Kimi abandona el plano físico para entrar a uno extracorpóreo, dado por el registro cinematográfico, donde la vida después de la muerte es posible. Los pixeles de la imagen generados por la cámara, al igual que las ventanas que por años han guardado el reflejo de Marusya y Kimi, son el medio que los inmortaliza y les permite vivir su vida una y otra vez, aunque esto signifique repetir las partes de ella que no fueron tan buenas. Quizá, como Marusya dice, si existiese  una realidad paralela en la que ella y Kimi se hubieran  casado, tenido  hijos, trabajos estables y una casa, su relación se hubiera marchitado hasta dejar de existir. Con esa opción sobre la mesa, la alternativa de una vida con un límite de tiempo dado por la adicción a las drogas de Kimi y todo lo que esta conlleva, no parece tan terrible. How to Save a Dead Friend es resultado del deseo de Syroechkovskaya de no dejar desaparecer a Kimi, de no olvidar la vida que compartieron. Una carta de amor en respuesta a una de despedida, donde recuerdos, anhelos y disculpas convergen hasta adquirir una voz propia. La imagen residual a la que uno se aferra cuando busca en su memoria algo que recordar de la persona que ama. Cientos de ventanas de un edificio visto por años replicado hasta el infinito en un intento de perpetuar un cotidiano que ya no es, que ya no será. Marusya y Kimi parados frente a una ventana en un pasillo con paredes verdes, él con un cigarrillo en la mano, ella con una cámara. Ambos preservados en el reflejo eterno que han dejado.