Al hablar de Pablo Álvarez Mesa, un realizador enfocado en la mirada de un cine de no ficción y experimental, nos encontramos con formas muy amplias en las que trabaja, como el uso del archivo y lo fílmico. Su obra Bicentenario lo refleja: ya vemos la figura casi fantasmagórica de Simón Bolívar dentro del territorio colombiano, lo cual da continuidad a su trabajo, que abarca la inquietud y el análisis en torno a Bolívar. Ahora, esta línea continúa en su reciente película La laguna del soldado.
La laguna del soldado es un documental que se desarrolla entre lo experimental y el cine ensayo, ubicándonos en los páramos de Colombia, específicamente en Pisba. Es un territorio explorado desde distintas formas narrativas y visuales, que nos adentra en un universo onírico donde los hechos históricos y las problemáticas actuales forjan una relación política y social con la que la película se enfrenta, teniendo como protagonista al páramo.

La historia narrada desde el territorio es muy amplia y ha sido discutida desde distintos puntos de vista. La película no nos guía hacia una verdad absoluta, sino que más bien nos invita a ser parte de ella mediante testimonios que nos hacen cuestionar las perspectivas en las que se encuentra la naturaleza. La narrativa de la película, no lineal, transita entre la historia, la lucha y la investigación. La niebla, el agua y el páramo son el archivo viviente con el que nos encontraremos en la película.
Las formas en las que Pablo Alvarez nos narra con su cámara son particulares: tomas largas en 16 mm que nos invitan a la contemplación, al sentir del personaje principal de la película (el páramo), dejándonos que el entorno hable por sí solo. Si bien el documental parte del punto de vista de la naturaleza, hay que destacar que dentro de este entorno visual el relato está presente.
El relato no tiene un orden específico. Aunque el filme comienza con un poema de Simón Bolívar “Mi delirio sobre el Chimborazo” narrado por Camilo Restrepo, lo que da indicios del espíritu fantasmagórico de Bolívar, las demás voces forman parte de una colectividad: indígenas, investigadores, biólogos y mineros que se centran en hablar de las violencias de la historia, el abandono, el presente y el posible futuro del páramo.
A medida que el documental avanza, la tensión entre el territorio y la historia de violencia nos va envolviendo: los conflictos armados, la deforestación y el riesgo de perder una fuente de agua se convierten en actos que nos invitan a la reflexión. Es así como el poder narrativo de la película se enmarca en poner en discusión estos temas con el espectador. Lo mismo ocurre con la estructura del montaje, compuesto por capas que se van revelando acorde a la narrativa, interconectándose con los espacios visuales que nos muestra Alvarez, generando una conexión sensorial y onírica, impulsada también por el diseño sonoro. Todo esto nos impulsa, como espectadores, a escuchar, pensar y, claramente, reflexionar.
Sin duda, La laguna del soldado es una película que nos invita a cuestionar el pasado y el presente. Esto resulta necesario, ya que la historia que esconden los páramos “con sus mitos, leyendas y hechos en los que la muerte ha estado presente” posee un significado simbólico que da pie a elevar este film como un ente formador de preguntas; preguntas que abarcan temas como la identidad, las nuevas formas de colonialismo y la delgada línea en la que se encuentra la conservación de la naturaleza, siendo esta última testimonio vivo de que la tierra guarda todos los cuerpos, las batallas, las lágrimas, el oro y el agua.