Más Allá del Festival – Explorando Nuevas Narrativas con Francisco Álvarez

Escrito por Nataly Maldonado

«El cine puede llenar los vacíos de nuestras memorias colectivas.»Patricio Guzmán

Francisco Xavier Álvarez Ríos (Cuenca – 1991), es Licenciado en Cine y  Audiovisuales de la Universidad de Cuenca, lleva 8 años de actividad constante enfocándose en la producción, gestión, formación y exhibición cinematográfica, obteniendo  reconocimiento nacional e internacional.

Su interés se centra en la exploración de narrativas contemporáneas dentro de la no ficción, el cine experimental y autoral. Estas propuestas desdibujan los márgenes convencionales del cine, permitiendo nuevas formas de expresión fílmica. Este enfoque ha consolidado a Cámara Lúcida como un referente curatorial destacado en la región. Francisco ha trabajado como curador y programador en diversos festivales, incluyendo EDOC, y ha sido reconocido en espacios como Talents Buenos Aires 2019.

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Nataly: Hablando de tu papel como curador y programador, parece que tu enfoque se centra en los aspectos sensoriales y en despertar sensibilidades en los demás. ¿Crees que esa es una parte importante de tu trabajo?  

Francisco: Sí, definitivamente creo que eso es un componente fundamental de mi enfoque. A lo largo de los últimos años he intentado transformar mi labor de programación y curaduría, en una forma de expresión artística en sí misma. Es crucial destacar que he organizado ocho ediciones del festival «Cámara Lúcida» y he realizado más de quince curadurías para diversos espacios y festivales. A lo largo de este proceso, he cometido errores donde se ha podido ver ciertas contradicciones, pero también he aprendido y crecido a partir de esas experiencias y descubrimientos. 

En definitiva, siento que esta experiencia se ha parecido a un andar,  dejándome llevar por los caminos del cine. Ha sido como una especie de  vagabundeo espiritual a través de las películas. A veces, me sentía muy solo, especialmente al principio, cuando estaba un poco más impulsado por corazonadas e ideas que quizá no estaban muy desarrolladas. Pero mirando en retrospectiva, me siento agradecido por eso. Aprecio el hecho de que mi inicio no fue desde un entorno académico rígido, sino que creció desde mi relación emocional con el cine y especialmente de escuchar a varios colegas que han pensado el cine desde diversas dimensiones, desde necesidades y actitudes. A partir de eso comencé a explorar un enfoque distinto, eligiendo no simplemente lo que estaba en el circuito oficial de exhibición, sino abriendo espacios para el cine ecuatoriano que no tenía espacios especializados para su exhibición. 

Mi objetivo siempre ha sido respetar lo que las películas me transmiten, valorar las  visiones, perspectivas y actitudes de los y las creadoras. También  siento que el cine es un espacio en crisis; por un lado, es hermoso, pero por otro, también está algo contaminado ya que hay una especie de intensidad desmedida en torno a esta idea de ser legitimado en el mundo del cine y lo que significan los festivales más allá de la legitimación. Es por eso que trato de seguir un camino menos conclusivo al momento de seleccionar películas para que dialoguen juntas.

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Nataly: ¿Cuáles han sido todas las experiencias más gratificantes en todo este tiempo del festival, desde que comenzó hasta la actualidad?

Francisco: Yo creo que son muchas, pero voy a intentar resumirlo, sabiendo que algo se me escapará. Quizás me voy a desviar un poco hacia lo que mencione anteriormente, pero insistiré: Tengo una relación un poco de sorpresa frente a lo que pasa hoy en día en el cine, desde mi labor de creador y programador. Pienso que la idea del festival de cine como espacio de legitimación, creo que es muy grave porque los festivales modelan las características narrativas, estéticas y plásticas de las películas desde antes que empiecen a ser producidas.

Entonces, he tenido sentimientos súper complejos sobre cómo se debería llevar un espacio de exhibición de cine o un festival. Me hace ilusión pensar que se puede dar un giro profundo al concepto de la exhibición, pero siento que es un proceso complejo, al que aún pienso sin encontrar orilla. Siento necesitamos volver al Cine Club, volver a pensar al Cine Club, de cómo nació, cómo se desarrolló para pensar los nuevos rumbos posibles de los festivales: creo que es como pensar el barrio y habitarlo, el cine como un barrio. Necesitamos volver a otro tipo de  espacios para compartir y pensar películas. Creo que es bueno cuestionar al festival como espacio de legitimación  y repensarlo como un espacio de convivencia con una comunidad temporal que acude a las salas por diversos motivos.

Dicho esto, voy a las experiencias positivas. De las cosas que considero más valorables es la posibilidad de conocer a cineastas/artistas que están totalmente al margen. Para mí la convocatoria es importante, me ha permitido llegar a películas que no están en el foco de la circularidad viciosa de los festivales y que guardan un respeto muy profundo a su práctica, a pesar de la dura situación que tienen como creadores poco visibilizados. Conocer a estas personas, artistas, a través del festival, ha sido una forma de profunda inspiración, de profundo respeto y, sobre todo, una bocanada de aire que me dan varios filmes y las presencias humanas, recordándome que en el camino del cine no se está solo. 

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Nataly: ¿Cuáles son tus afectos que te llevan a estos actos de cine que haces cada año,  que cada vez es más difícil, al final, llevar un festival es un acto de saltar al vacío. ¿Cuál es este afecto que te lleva a seguir? ¿Qué te mantuvo en estos años? 

Francisco: Siento que mi experiencia fue totalmente transformada por el cine. A mí el cine me cambió la vida y hoy siento que es una actitud ante la vida.  

Siento que el cine no es un concepto, no es un imaginario, no son solo las películas, o las salas, o los festivales. A veces imagino que el cine es una energía viva y es como un animal sigiloso, que está en extinción, que está yéndose hacia otra dimensión. Siento al cine como un animal sigiloso que me acecha y que me ayuda a dimensionar mi imaginario frente al mundo. Entonces, yo tengo un profundo amor y un profundo respeto por esta experiencia que atravesó mi vida.

Me gusta pensar que todas las personas que estamos haciendo películas frente a la adversidad o que estamos luchando por la existencia de festivales para ver y pensar el cine, somos como testigos y custodios de un fenómeno mayor, porque también siento que gran parte la idea de cine se está diluyendo debido a que las formas de hacer cambian, pero especialmente porque las personas están cambiando su forma de consumir imágenes y el cine como arte pierde interés en las nuevas generaciones.

La experiencia de Cámara Lúcida ha sido muy hermosa, pero también me ha llevado a un lugar bastante doloroso debido a lo difícil que puede ser la gestión. A veces gestionar un festival como Cámara Lúcida me ha hecho sentir que nuestro oficio tiene muchas ingratitudes por cómo se trata y cómo se valora los eventos artísticos, los eventos que fomentan el pensamiento, el imaginario, el desenvolvimiento poético de los individuos, de las personas.  

Esta situación me daba vértigo, pero he sentido que con el pasar del tiempo es importante fluir frente a cómo se dan las cosas, pero también a desprenderme cuando la dificultad es muy grande. Es bueno saber que Cámara Lúcida ahora puede mutar de varias maneras, sin tener que ser algo rígido, como la idea del festival.

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Nataly: ¿Crees que el festival, en cierta forma, influye en el imaginario de los cineastas ecuatorianos? 


Francisco: Yo creo que sí. Yo siento que, de alguna forma, Cámara Lúcida nace en un margen en el cine ecuatoriano, ya que nace desde un impulso muy joven, pero dicho impulso percibía que ya existía un grupo de creadoras y creadores de cine en Ecuador que necesitaban un espacio más especializado, con una actitud menos institucionalizada. Lo chévere es que Cámara Lúcida abraza a cineastas y artistas, que se han dirigido con mucho respeto hacia la experimentación y la búsqueda de caudales expresivos muy personales.

Una de las cosas que nos hace sentir orgullosos del Cámara Lúcida es que se convirtió en la casa de exhibición de varios cineastas ecuatorianos,  porque encontraron un lugar cómodo para hacer dialogar a sus películas. Para nosotros la participación constante de Alexandra Cuesta, Jean-Jacques Martinod, Mario Rodríguez Dávila, Daniela Delgado Viteri, entre varios otros. Lo que buscamos es que cada vez podamos abrazar a más filmes ecuatorianos de experimentación artística personal.

Es importante mencionar que siento que está bien que existan varios tipos de festivales por que las películas son diversas, al igual que los públicos. Hay una cosa que a mí me parece bastante nociva: pensar al “cine” y al “cine ecuatoriano” como si fuese un todo, como si fuese una masa homogénea, con las mismas necesidades y los mismos objetivos. Las películas son profundamente diversas y las y los autores de ellas también, entonces las necesidades de producción no son las mismas, lo mismo se puede decir en torno a los espacios de exhibición.

El cine ecuatoriano ha crecido y está renovando sus pasos, porque reconoce su diversidad y hay casas para los diversos tipos de cineastas y películas. Eso es nutritivo para el cine. Ver cómo coexisten muchas formas de hacer, más allá de que cada persona y cada subjetividad pueda tener mayor o menor afinidad hacia otras prácticas y traducciones.

Cámara Lúcida es un festival particular en Ecuador, se maneja una cosa muy especial en su línea curatorial, y puedo decir que hemos propuesto un modelo valorable sobre cómo pensar un evento de exhibición e intercambio de conocimientos, creo que pensamos en el cuidado de las películas, sus autoras y su público desde una manera no institucionalizada, quizá por que seguimos valorando la poética y política del cineclub.

Cámara Lúcida desborda sus apreciaciones sobre los filmes, abraza propuestas que no temen desdibujar los márgenes del lenguaje tradicional, que abraza a quienes crean nuevos caudales expresivos a través de la plástica de la imagen, que no usan la imagen de la realidad para replicarla, sino que la devuelven como un elemento plástico, etc.

Entonces siento que esto es chévere de Cámara Lúcida, siento que llegó a proponer un espacio, que permitió que muchos artistas, cineastas encuentren una casa. Y lo más bonito es que considero que hay muchísimos jóvenes interesados, que se han interesado en estos años en vivir esta experiencia de encuentro como una forma de reconocerse dentro del cine, de no temerle a un camino. De llegar a ver películas que permiten pensar la práctica individual desde la libertad.

Nataly: Para cerrar, me gustaría saber hacia dónde vas con el cine. ¿Hacia dónde vas?  

Francisco: No solamente trabajo en Cámara Lúcida, sino que también colaboro con varios festivales, todos muy distintos, y disfruto de todos ellos. Aprendo también a abrir un poco mi perspectiva. Eso ha sido para mí muy importante, no estar encerrado pensando en el perfil de Cámara Lúcida, sino también empatizar con otros espacios con los que colaboro en la programación, y darme cuenta de que a veces es una aventura de aprendizaje muy valiosa.

Vivimos en una sociedad donde es muy necesario pensar el cine y su futuro, entonces pensar el presente del festival es siempre importante; desde ahí se inicia. Pienso que hay que abrir el sendero individual y caminar con calma, con tranquilidad, no fijarse solo en las dificultades del cine. Quiero seguir defendiendo Cámara Lúcida porque siento que sí tiene un valor en la comunidad. Abrió la puerta a este tipo de cines de experimentación de manera formal, en un proceso de mucho riesgo, que fue muy fuerte sacarlo adelante, pero que ahora se ha solidificado. Entonces sí, supongo que Cámara Lúcida tiene que continuar, pero tiene que mutar, moverse, modelarse con el paso del tiempo y las circunstancias. A pesar de eso, hay algo en lo que Cámara Lúcida no debe traicionarse: recordar que nos debemos al continuo florecimiento de la mirada y de la sala de cine como espacio de ejercicio sensible y político que empieza a crear una comunidad. No puedes simplemente montar un espacio y abandonar a una pequeña comunidad cambiando el perfil del festival súbitamente, ya que ahí está formándose una diversidad de perspectivas sobre cómo hacer y exhibir películas.

Para mí, hacer películas es mi refugio en la montaña, y quiero sentirme también como un hacedor de películas. Mi ejercicio es como ir tomando apuntes que me dejen seguir haciendo de mi sendero un espacio tranquilo, que no haga puntas, que no haga esquinas, vórtices extraños, que me deje recordar que podemos hacer películas como nada, con sencillez, con desprendimiento también. Me gusta hacer películas como tomar apuntes, como notas, como pequeños subrayados, como silencios también. Entonces siento que en el futuro dedicaré más tiempo a hacer películas que a exhibirlas. Mientras siga gestionando el Festival Cámara Lúcida, lo haré pensando que el corazón también puede ser escuela de cine; en eso se traduce la cinefilia.

Nataly: Nos dejas con la certeza de que el cine sigue siendo un refugio, un acto de fe. Gracias por compartirlo con nosotros.