Muy breve reseña a dos décadas de cine: Kamal Aljafari

“For a Palestinian, the cinema is a country.” K. Aljafari

Kamal Aljafari es sin duda uno de los documentalistas más importantes en nuestra época, su obra es un usual dentro de los circuitos más importantes de cine a nivel mundial. Él, al igual que otros cineastas palestinos ha hecho del cine un territorio en el cuál la identidad y la resistencia de un pueblo se ven reflejados con una intimidad y complicidad a la que solo el cine puede llegar. En Ecuador su obra ha sido presentada en los festivales Cámara Lúcida (Cuenca) y EDOC (Quito-Guayaquil), el cuál este año presentó un foco en perspectiva a su obra y por su puesto A Fidai Film (2024), su largometraje más reciente. 

El trabajo de Aljafari se realiza mayoritariamente desde Berlín, a donde se mudó luego de realizar sus estudios en la Kunsthochschule für Medien Köln (Academia de Artes Audiovisuales de Colonia), escuela de la que han salido otros artistas contemporáneos disruptivos como Phil Collins o Li Yang. Desde su primer filme Visit Iraq (2003), cortometraje en el que aborda de manera poética el abandono de una oficina de la aerolínea Iraqi Airways en Ginebra, ha realizado obras de manera casi ininterrumpida. 

Su obra gira alrededor de la ocupación de Israel en Palestina; obra en la cual su hogar, entendiendo hogar como su familia nuclear y su país, son los protagonistas. Una memoria del deterioro de su país como podemos ver en Balconies (2007) en la cuál registra los balcones de su ciudad natal, balcones pertenecientes a casas que han sido abandonadas y destruidas; inspirada por Románce Sonámbulo de García Lorca: en el que cita “Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa.”

Aljafari pone en evidencia el impacto de la violencia colonial israelí en los espacios urbanos palestinos desde muchas aristas, su hogar, sus vecinos, su ciudad natal espacios los cuáles son presentados de distintas formas como es imagen háptica o imagen de archivo. Aunque el autor no representa explícitamente la violencia permite a los espectadores adquirir una representación perceptiva de las épocas, lugares y experiencias palestinas desafiando los discursos dominantes de los medios de comunicación tradicionales, exponiendo las manipulaciones de propaganda colonial y planteando preguntas sobre las pruebas visuales que contienen la verdad gracias al uso de su material de archivo.

“Para el palestino, el cine es un país” refleja el gran legado de cineastas palestinos que han trabajado en el registro del genocidio iniciado en 1947, entre ellos podemos destacar a Michel Khleifi, Jocelyne Saab, entre otros. Cada uno de ellos con una mirada distinta sobre una problemática común, cada uno de ellos ha hecho del cine el espacio en el que la sociedad palestina habita. Sus obras, más allá de la autoría reflejan una identidad nacional que se construye desde la diáspora.

La ocupación israelí se ve reflejada en la desposesión de imágenes e historia por parte del pueblo palestino como podemos ver en A Fidai Film (2024) en el cuál con recursos documentales y experimentales Aljafari presenta una contranarrativa de la toma del ejército israelí a los archivos del Centro de Investigación Palestina en Beirut en 1982.

Detrás de la toma del archivo está la privación premeditada de Israel hacia el pueblo palestino de contar su propia historia reteniendo sus memorias. Entonces el cine aparece como un arma lógica en la resistencia de la memoria Palestina, pues permite reconstruir su historia. Una reconstrucción que se hace a pedazos y con muchas manos, generando un kaleidoscopio de narrativas pero que contienen un objetivo político claro. Aljafari en una entrevista para Variety en 2021 dice: “No es sorprendente que me interese este tipo de cine porque es de donde vengo. Vengo de una ciudad donde hay ruinas por todas partes y las huellas de la guerra se encuentran por doquier.”

Balconies, filmada en Ramla, la ciudad natal de Aljafari, brinda una mirada a las ruinas de ésta. El cortometraje carece de sonido y nos sitúa dentro una ciudad que muere lentamente y en silencio. No vemos los cuerpos ni el dolor que hay en ellos, vemos los espacios que los habitaban, ahora desolados. Lugar dónde vivían palestinos, ahora muchos han sido exiliados, y quienes aún viven ahí mueren lentamente en silencio como los edificios retratados en el filme. Esta es la historia que no se escribe en libros, En las ruinas de Ramla se encuentra el dolor, el filme explora en los rincones de estas ruinas la memoria muteada de Palestina y la contempla con quietud.

Hoy en día hablar de memoria en el cine pierde cada vez más su significancia al volverse algo repetitivo. A quienes nos formamos en el cine desde la escolaridad nos enseñan a plantear el documental como una forma de memoria. Esto es complejo ya que quizá deberíamos empezar a cuestionarnos si lo que filmamos merece tener una memoria o si su lugar es el olvido. La propuesta de Aljafari y de Palestina va más allá de una memoria, es un sueño. El cine es la tierra imaginada dónde vive su pueblo. Esto no es importante, es necesario y va más allá de un deseo, parece; para quienes hacemos cine desde el deseo, más bien un deber ineludible de la condición palestina de habitar este planeta.