Un díptico, una lucha bicéfala.

Escrito por Gabriel Avecilla

No existen las personas sin voz, lo que hay son personas deliberadamente silenciadas o preferentemente no escuchadas.”, Arundhati Roy

Los espacios hablan porque sienten y resisten, y la historia ha demostrado que ningún territorio herido tiende al silencio. La decisión de dónde ubicar la cámara en el último documental de Manolo Sarmiento corresponde a la idea de retratar un espacio con una urgencia de voz. En este díptico conformado por Toroboro: el nombre de las plantas (2024) y Toroboro: la consulta popular (2024), la cámara se ubica en la Amazonía ecuatoriana, y decide, en su cualidad divina, volverse bicéfala. Así trepa a la orilla derecha e izquierda del río Napo.

En la orilla derecha, titulada El nombre de las plantas, hay una intimidad que se palpa al ver cómo el pueblo Waorani convive con la cámara. Esta es guiada, acogida y tratada con familiaridad por la comunidad. Tanto que hasta deciden bromear frecuentemente delante de ella. La cámara es vista más como un oído que como un ojo.

Se puede reconocer cómo esta cámara no inunda el espacio de imágenes de archivo, solo usa lo suficiente; como por ejemplo, para exponer aquella historia de los misioneros que llegaron con armas de fuego a estos territorios. Sin embargo, la cámara, en esta orilla, lo que busca es la oralidad, la palabra dotada de una importancia ritual y expuesta a través de un despliegue de relatos, de conversaciones, de historias y de experiencias que se van heredando a través de la voz. Es por ello que conocemos el nombre de las plantas (o de algunas de ellas).

La voz de la comunidad es la que guía al espectador a una especie de recuerdo colectivo, un recuerdo que va teniendo forma a través de las palabras. La ausencia de los cuerpos arbóreos, por ejemplo, es dolorosa justamente cuando mencionan la cantidad que existía antes de la comercialización injusta de los mismos.  De esta manera, se va mostrando en la zona de los Waorani los estragos de la colonización, el dolor de perder cedros, el riesgo de la vida con la llegada del extractivismo, la matanza ocasionada por el petróleo, las plantas perdidas por la explotación minera, las heridas de las exploraciones sísmicas y el desvanecimiento genealógico. 

Luego la cámara se va al segundo rostro, a la orilla izquierda, a la ciudad. 

En esta orilla habitan los titanes que masacran al mundo. La orilla de cemento que machuca las plantas.

En la cara izquierda no hay una prominencia de la voz, pero aparece un gesto de resistencia asociado con la resignificación de la imagen, con la apropiación del archivo. En esta parte, titulada Consulta popular, el archivo es usado como instrumento de protesta, mostrando imágenes que exponen las irregularidades e injusticias políticas cometidas con el fin de mantener el poder mientras se perjudica a los pueblos originarios.

La potencia del archivo aquí radica en la apropiación y resignificación de imágenes. Las dinámicas de silenciamiento y manipulación del Estado, por ejemplo, son expuestas precisamente a través de la toma de imágenes de archivo perteneciente a cuerpos gubernamentales como el CNE quienes se suponía que velaban por la democracia.

En esta segunda parte del díptico, Sarmiento busca explorar los pilares de la muerte, las dinámicas del extractivismo, la explotación del petróleo, las políticas de control, el silenciamiento del voto del pueblo y la maquinaria colonialista; todo a través de la lucha de YASunidos, organización que denuncia las decisiones gubernamentales que atentan contra la vida de las personas y el medioambiente, y quienes iniciaron la recolección de firmas para la consulta popular que se menciona en el documental.

Las imágenes de archivo también surgen como material resignificado. No hay imagen que pueda causar tanta impotencia como ver cajas con firmas para detener la explotación petrolera en el Yasuní siendo escondidas y alteradas. No hay imagen tan deplorable como la de cuatro presidentes distintos dando cuatro discursos similares en miseria y aversión hacia el medioambiente y las personas.

A través de los testimonios de resistencia de YASunidos, del archivo apropiado y de una narración consistente, el documental se convierte en un rostro de reclamo y lucha.

Con estas caras abrazando el Toroboro (nombre waorani del río Napo), el documental permite ver cómo una orilla lo hace con brazos devotos y la otra con brazos de asfixia. Este es un documental visibiliza cómo el nombre de las plantas es lo único que queda, así como la voz del pueblo es lo primero en ser negado.

Toroboro (Manolo Sarmiento, 2024 primero relata con dolor, para luego gritar con reclamo. Diciéndole al espectador que la lucha de uno es la lucha de todos; que si el petróleo se lleva una parte del agua, se lleva una parte de todos; que si el Estado incendia una casa, está quemando la casa de todos. 

por Gabriel Avecilla